Había pensado inaugurar el blog con una breve introducción de 40.582 líneas sobre mi persona, a modo de pequeña presentación... pero supongo que a este recóndito lugar donde por azares del destino he ido a parar tan sólo vendréis a visitarme los de siempre, así que no me apetece contar por vigésima vez la historia de cómo con cinco años fui abducido por una pareja de gays marcianos, ni tampoco aquella leyenda urbana de que en realidad soy un travesti aficionado a la petanca; lo siento, pero otra vez no...el viejo skeletor por vosotros conocido ya es historia; posiblemente el nuevo sea aún más lamentable, pero no se puede luchar contra el destino.
Esta mañana llovía sobre Eternia; tampoco es noticia, porque en estos días llueve hasta en Matalascabras de Abajo, pero si es más inusual que un servidor tenga tiempo para calzarse sus botas de siete leguas y salir dispuesto a pisar todo charco que se encuentre en su camino...pasear bajo la lluvia es uno de esos pequeños placeres que nos depara la vida, y más aun cuando la ciudad aún dormita bajo el influjo del alcohol y los deseos no alcanzados. Pasear es un arte, una forma de vida elegida por aquellos que prefieren ver la hora en el reloj de la iglesia en lugar de en el móvil, por aquellos que no tienen ningún sitio a donde ir ni les importa....hace tiempo que comprendí que mi destino era no tener rumbo alguno, y que soy más feliz sin consultar la brújula; no sé donde esta el norte, ni siquiera cómo se llega hasta él, pero ya no me preocupa: mis pies han adquirido vida propia, han aprendido a ponerse uno delante del otro, y yo a dejarme llevar por ellos.
Bajo la lluvia, nadie a mi alrededor...ni un leve ruido, salvo el de mis zapatos deslizándose sobre el agua acumulada en las baldosas, y el suave murmullo de las olas del mar al morir sobre la arena de la playa...una oportunidad para rememorar viejos poemas, viejas canciones...viejas sensaciones que tienen la costumbre de asaltarte al menor descuido, a traición, abatiéndose sobre ti en busca de una presa fácil y ya conocida; en esas ocasiones, cuando la melancolía toma forma de gaviotas volando contra el viento, tus pies deciden pararse a contemplar cómo son capaces de desplegar sus alas...mejor será no oponer resistencia, y tomar asiento...
El mar parece que tuviera prisa; quizás haya pasado demasiado tiempo bañando esta ciudad, y se ha contagiado de la ansiedad que habita entre sus gentes...pienso que si tuviese la oportunidad, el mar elegiría algún otro lugar donde los días siguiesen teniendo veinticuatro horas, donde los donuts te esperen recién hechos mientras lees el periódico...un lugar donde la gente hace caso a sus pies en lugar de a su reloj...
A lo lejos, unos pies de mujer se deslizan sobre la arena; quizás los pies de alguien que escucha viejas melodías, que musita viejos poemas...quizás se estén preguntando si ese chico de negro de ahí delante habrá comprendido por fin el profundo misterio del vuelo de las gaviotas, o quizás simplemente sientan curiosidad por saber qué demonios hace ese tío tan raro mojándose bajo la lluvia... en cualquier caso, no importa; una sonrisa de complicidad al mirarnos nos hace comprender que ninguno de los dos necesitamos brújula alguna.
Otra vez solo; la chica de la sonrisa bajo la lluvia ya es una silueta en la lejanía...la vieja melodía toca a su fin, y el viejo poema se ha convertido en un recuerdo fugaz de días mejores...nada es urgente, y el mar abandona su prisa cuando mis zapatos vuelven a deslizarse sobre las baldosas.
Me esperan dos donuts.
Este es un mensaje puramente experimental. Si tienes la desgracia de leerlo, te aconsejo no vuelvas por aquí en los próximos mil años...si aun así sientes curiosidad, tendrás que esperar a que aprenda como demonios funciona este trasto.