No sé que les parecerá a ustedes, pero yo esto de vivir en España lo encuentro la mar de divertido; y no sólo por nuestras cervecitas y el pincho de la una, los botellones hasta el amanecer o las guiris con tanga tostadas al sol, no...lo divertido de nuestra piel de toro es que ni siquiera necesitas salir de casa para descojonarte de todo lo que ocurre a tu alrededor. Basta con enchufar un ratito el invento del maligno llamado televisión, o ese aparato que algunos no se acuerdan para que servía llamado radio, y ya tienes entretenimiento para los siglos venideros...al menos, yo siento un intenso placer cuando un señor con mostacho y apellidos catalanizados habla de contubernios centralistas contra unos países que no sabía ni que existían, y propone boicotear unos juegos olímpicos y excomulgar a todo el que no tenga pedigrí del otro lado del río Ebro; también me produce una sonrisa de oreja o reja escuchar al talibán de las ondas episcopales instando a las hordas de camisa azul a concentrarse en el Valle de los Caídos, sacar los tanques a la calle y pasar a cuchillo a todo aquel sospechoso de ser rojo, sonrosado o con pinta de serlo, o bien conocedor de alguna lengua que no sea la recia y muy patriota castellana. Resulta igualmente jugoso contemplar el desfile de ministros y ministras elegidos en función de cuotas de género contradiciéndose unos a otros entre el telediario de la tarde y el avance informativo de la noche (me pregunto si cuando se reúnen lo hacen para jugar al mentiroso), o a esos discípulos del Señor de las Gaviotas moviendo sus mandíbulas repitiendo compulsivamente las órdenes del titiritero...
Pero la diversión y el jolgorio no se limita al terreno de la política, o más bien, la política ha impregnado de su proverbial sentido del humor a todo lo que le rodea...resulta gratificante comprobar cómo desde la poltrona del palco de un club deportivo se promueven gritos reivindicativos de su patio de vecinos particular, con exhibición de pancartas en los tendederos y música estruendosa de fondo para presumir de poderío racial; como es lógico, los de la finca de al lado no toleran que en el vecino blaugrana ocupe sus tendederos, así que se enfadan, saca sus propias pancartas y aprovechan la coyuntura para echarle la culpa a los que juegan al mentiroso, callan y otorgan...
Y es que resulta que va a ser verdad que España es un país de Sagitario: divertido, jovial y emprendedor a veces; bullanguero, chismoso y con los campeones del mundo de la envidia en otras....sólo en la vieja Hispania, tierra inventora de la guerra de guerrillas, el despelleje sangriento y cainita puede permanecer como deporte nacional (o estatal, no se me enfaden) por los siglos de los siglos...no es de extrañar, por tanto, que nuestra querida España, esta España nuestra que cantaba Cecilia sea el país donde más éxito y permanencia en pantalla mantiene un programa como Gran Hermano, supuesto espejo de nuestras alegrías y miserias, sumo creador de famosos y famosillos a los que la plebe lanza al ruedo para que sean gustosamente devorados por los leones por un puñado de euros.
Siendo como somos, no entiendo aún porqué la eminente psicóloga Mercedes Milá y sus acólitos no han propuesto sustituir el inútil Congreso de los Diputados y los distintos parlamentos y parlaments autonómicos por la casa de Guadalix de la Sierra, en la que podamos ver en horario prime-time al señor del mostacho manteniendo relaciones tórridas con el del púlpito, al pusilánime del zapatones dándose mamporros con el Mr. Spock euskaldun, a un habitante del Reino de Valencia y otro de los Països Catalans discutiendo acaloradamente en esperanto para poder entenderse, al Señor de las Gaviotas manejando el cotarro a su antojo con su yugo y sus flechas, y a unas cuantas ministras, folklóricas lesbianas y aspirantes a felatrices haciendo bulto para cumplir el políticamente correcto cincuenta por ciento...este programa sería todo un éxito estatal, con subtítulos en lenguas oficiales y dialectos varios y comentarios en tertulias patrocinadas por la Caixa y Endesa.
No sé a qué esperan para emitirlo. Por si acaso, yo voy comprando palomitas. Aunque no sé si debo hacerlo en el Mercadona, el Eroski o el Caprabo, porque me he olvidado el pasaporte...